Disturbios.

Encontrábame en un supermercado con varios amigos, por la mañana, comprando cajas de cereales para desayunos. En uno de los pasillos, díme cuenta de los movimientos intranquilos que hacía un hombre con el pelo cortado "al cero" y cara de pocos amigos. Miraba a todas partes continuamente, y pensé que sin duda intentaba robar algo. No tardaron mis sospechas en cumplirse sino unos segundos, cuando llenóse el citado individuo los bolsillos de su abrigo con varios objetos de las estanterías.
Informé a mis compañeros de los hechos que allí estaban sucendiéndose. Y poco conformes con la idea del ladrón de irse sin pagar arremetieron contra él. Mientras el sujeto yacente en el suelo salió de su estado de asombro, yo, en mis mejores momentos de valentía, metíle dentro de un balón de playa amarillo quedando así inmóvil el delincuente.
El balón de plástico transparente duraría poco, y yo intentaba mantener al caco dentro mientras llegaba la autoridad. Mi acción valerosa terminó cuando, al sacar un cuchillo y romper el balón desde dentro, me acobardé y le dejé ir. Fue entonces cuando todos mis amigos vimos que la calle era todo un caos. Todo era violencia.
Con el fin de guardar nuestra salud física corrimos a unas callejuelas, misteriosamente era ya de noche. Escondidos dentro de un portal, cuestionamos unos a otros acerca de qué demonios pasaba allí. Una chica de mi grupo tenía en vez de piernas, la mitad inferior del cuerpo de un langostino, e intentaba torpemente agacharse para no dejarse ver desde el exterior. Álvaro Marín, anunció que necesitaba hacer uso del urinario. Salió fuera del portal y vio como una mujer asomada a un balcón gritaba:
-"¡Están tirando piedras!¡La violencia está por las calles!¡Se han vuelto todos locos!"
Álvaro preguntóle si podía usar su baño, y ella accedió.
Cuando todo este episodio hubo terminado, todos nos reunimos a hablar de lo acontecido, en una cena en la terraza de algún domicilio costero, con vistas al oceano.
1 comentario
Charles Swann -